10/11/09

Azul: el Festival Cervantino para extender la cultura


Durante 10 días, la "Ciudad Cervantina" despliega creatividad y reflexión.
Por: Marcelo PIsarro
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN
Antecedentes
En 2007, Azul fue distinguida como Ciudad Cervantina de la Argentina, por el Centro UNESCO Castilla-La Mancha.




En la ciudad hay trescientas colecciones de El Quijote. Entre ellas, la primera edición que Gustave Doré ilustró, en 1863, para Hachette, de París. También una edición de 1697 editada por Henrico y Cornelio Verduse en Amberes, Bélgica; la primera edición mundial de lujo publicada en Londres en 1739; una edición francesa de 1812 que perteneció a la reina María Cristina de Borbón y la primera edición ilustrada por Dalí en 1946.

En 2004, se exhibieron en Azul 250 libros y 100 objetos vinculados al Quijote, , propiedad de Bartolomé Ronco, abogado y coleccionista.

A la hora de construir conceptos que representan trazados poblacionales e insertarlos en el cada vez más competitivo mercado turístico, cultural, del entretenimiento, la expresión "gestión cultural" puede compendiarse como sigue: ver qué se tiene y qué se hace con ello.

En la ciudad de Azul, en el centro este de la Provincia de Buenos Aires, tenían una casa atiborrada de libros. Había pertenecido a Bartolomé J. Ronco, un abogado nacido en 1881 y fallecido en 1952, filántropo, bibliófilo empedernido que amasó la colección de volúmenes de Miguel de Cervantes más grande fuera de España. En 2007 la UNESCO distinguió a Azul como "Ciudad Cervantina" de Argentina.

El festival cervantino, cuya tercera edición se organiza bajo el lema "La diversidad cultural latinoamericana y sus diferentes expresiones", responde al interrogante de qué hacer con lo que se tiene.

Durante diez días (empezó el jueves, termina el próximo domingo) la figura de Cervantes y su ingenioso hidalgo articulan una variada suma de actividades que involucran a artistas, funcionarios, artesanos, académicos, prestadores de servicios turísticos, instituciones civiles, organizaciones barriales, docentes y alumnos. Se exponen obras realizadas durante el año; se estrenan puestas teatrales y películas; se debate el futuro de la ciudad, de su trazado arquitectónico y de su patrimonio intangible; se toca música, se baila, se come y se bebe; se organizan talleres y cursos; se invitan expositores y se realizan paseos al aire libre.

Un festival es una representación pública que una comunidad hace de sí misma, tanto para la misma comunidad como para otras. El adjetivo "cervantino" permite apelmazar las historias de malones y fortines con las aventuras arquitectónicas de Francisco Salamone, el análisis de la obra de Cervantes con los cuentos de cuando el Circo Papelito llegaba a la ciudad y los concurrentes -que debían llevar sus propias sillas para asistir a la función- miraban cómo las gallinas zapateaban sobre una chapa caliente.

Previo al paso de la murga "Los descontrolados de Barracas", en la costanera Cacique Catriel desfilan "los cabezudos": muñecos gigantes confeccionados en escuelas de distintos barrios. Están los obligados Don Quijote y Dulcinea, pero también personajes reconocibles en la comunidad: el canillita, el linyera, algún cuco local.

Dura una pasada, pero permite que chicos de escuelas orilleras se incorporen a los quehaceres del centro simbólico de la ciudad, que los padres saquen fotos de sus hijos, que unos académicos porteños discutan cómo estos personajes locales articulan narrativas universales, que el vendedor de garrapiñadas gane unos pesos más. Un hecho social total, diría el sociólogo francés Marcel Mauss.

Diferentes actores sociales (el intendente que carga dos sillitas playeras y busca un hueco para ver la jineteada, los músicos cubanos que exageran su papel de músicos cubanos, los colaboradores con sus remeras naranja chillón estilo Johan Cruyff en 1974) ocupan el espacio público y repiten consignas que hablan de identidad, cultura, libertad, diversidad. O todos leyeron la misma gacetilla de prensa o todos están intentando darle forma a un mismo concepto.

Cae la noche y en el hall del Teatro Español, poco antes de que la compañía Tangokinesis presente su espectáculo, una de las directoras del festival dice que el próximo paso es optimizar la vinculación: que quienes van a la costanera porque desfilan sus hijos tengan, también, ganas de asistir a una función de danza. Gestión cultural, en fin.