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11/6/12

Una noche de lujo: Nunca estuviste tan adorable ,de Javier Daulte.

. Blanca, la protagonista, ha tomado dos decisiones en su vida: casarse con Salvador, dueño de un taller mecánico, para abandonar la pobreza de Barracas yéndose a vivir a una zona más elegante, y la segunda, veinte años más tarde, cambiar los viejos muebles de su casamiento para estar a tono con la época, en este caso, mediados de los años cincuenta. Esa Blanca que transita tan fantasiosamente su existencia en compañía de sus hijos, de su marido y de una conflictuada amiga recibe, de un admirador anónimo, flores y costosos regalos, los que alimentan su ya elevado ego. Pero la vida no es como aquellas películas, porque existe una gran distancia entre la fantasía y la realidad, entre el nunca llegado galán de sus sueños y la vida cotidiana, entre los baños de burbujas y los electrodomésticos pagados en cuotas. Poco a poco ese ilusorio mundo de Blanca va adecuándose a esa realidad que trae consigo el desapego de sus hijos y el alejamiento de su marido, cansado de tantas ilusiones y de esa altivez de su mujer. Todo en este relato oscila entre la comedia más disparatada y las dramáticas penurias de esos personajes que transitan una existencia pretendidamente lujosa, aunque detrás se escondan las peripecias más tristes de la cotidianeidad . Esta es, palabras más, palabras menos, la síntesis de la obra que Adolfo C. Martínez publicó en La Nación, en Octubre de 2009, cuando fue representada por María Onetto, Mirta Busnelli, Luis Luque, Lucrecia Oviedo, Gonzalo Valenzuela y otros, bajo la dirección de Mausi Martínez. Esta noche la llevó a las tablas el grupo del Teatro La Comedia (Guillermina Saggión, Natalia Di Gruccio, María Ruiseñor, Fernanda Di Battista, Sergio Sinisi, Sergio Martín y Alberto Mastantuono), dirigido por Esteban Urús. La sala debió haber estado llena, pero no lo estuvo. ¿Qué pasa en Saladillo, que la gente asiste tan poco al teatro? Imperdonable. Y fueron casi dos horas de representación ¿Leyeron?: casi dos horas que significan mucho tiempo de ensayo y de memorizar el guión, de hacer, deshacer y corregir para volver a hacer. Y no es una simple comedia: Es una obra muy rica en contenido, donde nos reímos con todos ellos (Otra vez María Ruiseñor, ¡siempre María haciéndome reír tanto!) pero también padecimos sus frustraciones y conflictos. Asistimos a acciones tan fluidas, tan naturales, que hasta el olor del cigarrillo, la coloración del vino, el aroma del pastel de papas, los diálogos espontáneos y superpuestos (a la vista del espectador o en off), rompían la insularidad de la escena y nos despojaban de la indeseable certeza de que estábamos presenciando una ficción. No es fácil, nada fácil, lograr la verosimilitud y que nos mantengan en tensión desde que nos sentamos hasta que nos levantamos. Ojalá se repita. Ojalá no sea esta la última vez que podamos ver la obra representada por ellos. Y ojalá, también, la próxima sea a sala repleta. Se lo merecen. Cristina Sarubbi . //Gracias por tu visita//