La temperatura aparente, también conocida como sensación térmica, es un índice que refleja cómo el
cuerpo humano percibe la temperatura ambiental al combinar la temperatura real del aire con factores como la humedad, el viento y, en ocasiones, la radiación solar. Su propósito es ofrecer una medida más precisa del confort o discomfort térmico que experimentamos, ya que las condiciones externas pueden intensificar el calor o el frío más allá de lo que indica un termómetro convencional. Por ejemplo, en un día húmedo de 32 °C, la sensación puede superar los 38 °C, mientras que un día ventoso de 0 °C podría sentirse como -10 °C.Este indicador se usa ampliamente en meteorología para alertar a la población sobre condiciones extremas y prevenir riesgos como golpes de calor o hipotermia. Los servicios climáticos, como el Servicio Meteorológico Nacional, lo incluyen en sus pronósticos, especialmente en verano o invierno, para que las personas tomen precauciones: hidratarse más en días calurosos y húmedos o abrigarse mejor en jornadas frías y ventosas. Además, es útil en actividades al aire libre, como deportes o agricultura, donde entender la sensación térmica puede influir en la planificación.
La idea de la temperatura aparente surgió a mediados del siglo XX, cuando científicos comenzaron a estudiar cómo el entorno afecta la termorregulación humana. En los años 40, el concepto de "enfriamiento por viento" (wind chill) fue desarrollado por exploradores antárticos como Paul Siple, quienes notaron que el frío se intensificaba con el viento. Más tarde, en 1979, el "Índice de Calor" fue formalizado en Estados Unidos para medir el impacto de la humedad en el calor. Estas fórmulas han evolucionado con el tiempo, integrando datos climáticos y fisiológicos, y hoy son calculadas con precisiones matemáticas por estaciones meteorológicas avanzadas, consolidando su relevancia en nuestra vida diaria.