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20/5/25

LA GENTE QUE NO SALUDA TUVO INFANCIAS COMPLICADAS SEGUN LA SIGOLOGIA

 Desde una perspectiva psicológica, la conducta de no saludar al llegar a un lugar y comenzar a hablar directamente puede estar influenciada por diversos factores relacionados con la infancia, el entorno social, la personalidad y el desarrollo emocional. A continuación, posibles razones basadas en teorías psicológicas:



    Falta de modelado social en la infancia:
    Durante la infancia, los niños aprenden normas sociales y de cortesía a través de la observación y la imitación de figuras significativas, como padres, cuidadores o maestros. Si una persona creció en un entorno donde no se reforzaban los saludos o las normas de cortesía, es posible que no haya internalizado esta conducta como algo importante. Por ejemplo:
        Padres o cuidadores que no saludaban o no enfatizaban la importancia de hacerlo.
        Un ambiente familiar donde la comunicación era directa o funcional, sin énfasis en formalidades sociales.
    Dificultades en habilidades sociales:
    Algunos niños pueden no haber desarrollado habilidades sociales adecuadas debido a:
        Timidez o ansiedad social: Si en la infancia la persona experimentaba ansiedad en situaciones sociales, podría haber evitado saludar por miedo a ser el centro de atención o a cometer un error.
        Falta de exposición social: Si el entorno infantil fue aislado (pocos amigos, poca interacción con grupos) o si hubo sobreprotección, la persona pudo no haber practicado interacciones sociales formales, como saludar al entrar a un lugar.
    Estilos de apego:
    Según la teoría del apego de John Bowlby, la forma en que una persona interactúa socialmente puede estar influenciada por el tipo de apego desarrollado en la infancia:
        Un apego inseguro (evitativo o ansioso) podría llevar a la persona a evitar formalidades como el saludo, ya que podrían percibir las interacciones sociales como incómodas o innecesarias.
        Por ejemplo, un niño con apego evitativo podría haber aprendido a priorizar la independencia y a minimizar las conexiones emocionales, lo que se traduce en omitir gestos como saludar.
    Rasgos de personalidad:
    La personalidad, que comienza a formarse en la infancia, también juega un papel. Por ejemplo:
        Personas con rasgos de personalidad más directos o pragmáticos (como los asociados a un temperamento más racional o centrado en tareas) podrían no dar importancia a los rituales sociales como saludar.
        Un entorno que no corrigió o reforzó estas conductas en la infancia pudo haber consolidado este comportamiento.
    Trastornos o condiciones neurodivergentes:
    En algunos casos, la falta de saludo podría estar relacionada con condiciones como el trastorno del espectro autista (TEA) o el TDAH, que pueden influir en la comprensión de las normas sociales implícitas o en la atención a detalles sociales. Por ejemplo:
        Un niño con TEA podría no haber captado las señales sociales que indican la importancia de saludar.
        Un niño con TDAH podría ser impulsivo y saltarse el saludo por enfocarse rápidamente en lo que quiere decir.
    Cultura y contexto familiar:
    Las normas culturales varían, y el entorno familiar en la infancia puede no haber enfatizado el saludo como una práctica necesaria. Por ejemplo:
        En algunas familias o comunidades, el saludo puede no ser una norma estricta, especialmente en contextos informales.
        Si el niño creció en un hogar donde las interacciones eran más directas o donde no se valoraban las formalidades, esto podría reflejarse en la adultez.
    Experiencias traumáticas o rechazo social:
    Si en la infancia la persona experimentó rechazo o críticas al intentar interactuar socialmente (por ejemplo, al saludar), podría haber desarrollado una aversión a estas prácticas. Esto puede llevar a un comportamiento de "evitar" el saludo para no exponerse a posibles juicios.

Conclusión:

La conducta de no saludar puede tener raíces en la infancia, relacionadas con el aprendizaje social, el estilo de apego, la personalidad, el contexto cultural o incluso condiciones neurodivergentes. Para entender mejor el caso específico, sería útil explorar el entorno familiar y social de la persona, así como sus experiencias en la infancia. Desde la psicología, cambiar este comportamiento podría implicar trabajar en habilidades sociales, reforzar la conciencia de las normas sociales o, en algunos casos, abordar ansiedad o experiencias pasadas mediante terapia cognitivo-conductual.