
SU VIDA
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Conocido también como Agustín de Hipona, San
Agustín nació en África del Norte en el año 354,
hijo de Patricio y Santa Mónica.
Estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria
inteligencia. Se destacó en el estudio de las
letras: mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente
la griega clásica, y poseía gran elocuencia.
Se destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos
poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba
llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas,
y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu,
no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía.
El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga
de esta etapa de su juventud en sus Confesiones.
A partir de los diecinueve años se dedicó de lleno al estudio
de la filosofía. Y fue en esta época cuando conoció
a una mujer con la que mantuvo una relación estable de
catorce años, y con la cual tuvo un hijo: Adeodato.
San Agustín enseñaba gramática y retórica en ese entonces,
y era muy admirado y exitoso. Desde los 19
hasta los 28 años, para el profundo pesar de su madre,
perteneció a la secta herética de los Maniqueos,
creyendo que en este sistema encontraría un modelo
según el cual podría orientar su vida. Esta creencia hablaba
de un Dios del bien y de un Dios del mal, y decía
que sólo el espíritu del hombre era bueno, no el cuerpo,
ni nada proveniente del mundo material.
Su madre, Santa Mónica, era una mujer siempre preocupada
por el bienestar de su familia, aún bajo las circunstancias
más adversas. Mónica le había enseñado
a su hijo los principios básicos de la religión cristiana
y, al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino
del cristianismo, se entregó a la oración constante en
medio de un gran sufrimiento.
La conversión de San Agustín
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Años más tarde, sumido en una gran frustración personal,
decide partir para Roma; deja el maniqueísmo y se
convence de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena
verdad, por lo que se hace escéptico.
Esta noticia llenó de gozo a su madre, que había viajado
a Italia para estar con su hijo, y que se encargó de
buscarle un matrimonio acorde con su estado social
y dirigirlo hacia el bautismo. San Agustín se despidió
de su compañera sentimental con gran dolor y, en vez
de optar por casarse con la mujer que Mónica le había
buscado, decidió vivir una vida de asceta.
En el año 387, San Agustín fue bautizado en la fe Católica.
Poco después de su bautismo, su madre cayó
muy enferma y falleció a los 56 años, cuando San
Agustín tenía 33.
Obispo de Hipona
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Luego de la muerte de su madre, San Agustín regresó al
África. Cuando llegó a Tagaste, su ciudad natal, vendió
todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió
entre los pobres. Ya no deseaba otra cosa sino la vida de
un monje, vivir un estilo de vida silencioso y monástico.
En 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir
un monasterio y vivir con sus hermanos, y allí, durante
una celebración litúrgica, fue elegido por la comunidad
para que fuese ordenado sacerdote.
A pesar de las lágrimas de San Agustín, de su resistencia
y de sus ruegos en oposición a dicho pedido, él
vio en todo esto la voluntad de Dios, y aceptó su ordenación.
Cinco años después fue nombrado Obispo, y
durante 34 años dirigió esta diócesis.
San Agustín brindó generosamente su tiempo y su talento
para las necesidades espirituales de su gente. Él mismo
escribió constantemente para refutar las enseñanzas
de ese entonces, acudió a varios consejos de obispos en
África y viajó mucho a fin de predicar el Evangelio. Pronto
surgió como una figura destacada del cristianismo.
El amor de San Agustín hacia la verdad a menudo lo
llevó a controversias con diversas herejías. Por ejemplo,
las principales herejías contra las cuales habló
y escribió fueron las de los Maniqueos, a cuya secta
había pertenecido anteriormente; las de los cismáticos
Donatistas, que se habían apartado de la iglesia
y, durante los veinte años restantes de su vida,
contra los Pelagianos, que exageraban la función
del libre albedrío para hacer caso omiso a la función
de la gracia en la salvación de la humanidad.
San Agustín escribió mucho acerca de la función de la
gracia en nuestra salvación, y más adelante obtuvo el
título de doctor de la Iglesia, especialmente debido a
sus intervenciones con los Pelagianos. En esta línea,
él mismo escribió mucho también acerca del pecado
original y sus efectos, del bautismo de niños pequeños
y de la predestinación.
San Agustín fue un escritor prolífico, con más de cien
libros conocidos, y su famosa autobiografía, Confesiones.
Escribió, además, un gran tratado durante
un período de 16 años titulado Sobre la Trinidad,
meditando sobre este gran misterio de Dios casi diariamente.
Ciudad de Dios es una simple y breve
respuesta a la acusación de los paganos de que el
cristianismo era el responsable de la caída de Roma.
San Agustín falleció el 28 de agosto del año 430. Su
cuerpo fue enterrado en Hipona, y fue trasladado posteriormente
a Pavia, Italia.
Pensamientos de San Agustín
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“Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor;
si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con
amor, si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes
el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor
serán tus frutos”.
“Nada conquista excepto la verdad y la victoria de la
verdad es el amor”.
“El amor es la belleza del alma”.
“¡Oh verdad, verdad, cómo suspiraba ya entonces por
ti desde las fibras más íntimas de mi corazón!”.
“¡Pobre de mí, que me creí apto para el vuelo, abandoné
el nido y caí antes de poder volar!”.
“La medida del amor es el amor sin medida”.
“Los hombres salen a hacer turismo para admirar las
crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso
curso de los ríos, los movimientos de los astros.
Y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos”.
“No busques qué dar. Date a ti mismo”.
“Conocerse de verdad a uno mismo no es otra
cosa que oír de Dios lo que Él piensa de nosotros”.
“Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad
la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar
a la eternidad”.
“Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar
lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo
que no puedas y te ayuda para que puedas”.
“Reza como si todo dependiera de Dios. Haz tu trabajo
como si todo dependiera de ti”.
“Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te
falta. Si precisas una mano, recuerda que yo tengo
dos”.
“Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son
vencidos por el error”.
“No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior
habita la verdad”.
“Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo
que piensa, sino lo que ama”.
“Los hombres están siempre dispuestos a curiosear
y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza
conocerse a sí mismos y corregir su propia vida”.
“Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a
todos”.
“Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes
pasos fuera de él, pues quien cojea en el camino,
aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que
quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja”.
“No se accede a la verdad sino a través del amor”.
“El pasado ya no es y el futuro no es todavía”.
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