El iris, o la membrana coloreada del ojo, se compone de dos capas: el
epitelio, en la parte posterior, y el estroma, en la parte superior. El
epitelio tiene tan sólo dos células de espesor y contiene pigmentos de
color negro-marrón. El estroma, por el contrario, se compone de fibras
de colágeno sin color. A veces, éstas contienen un
pigmento oscuro
denominado melanina. Otras veces contienen depósitos de colágeno.
Curiosamente, son estos dos factores que controlan el color de los ojos.
Los ojos marrones, por ejemplo, presentan un alta concentración de
melanina en el estroma, la cual absorbe la mayoría de la luz que entra
al ojo, independientemente de los depósitos de colágeno.
En cambio, los ojos verdes no poseen gran cantidad de melanina, pero
tampoco tienen depósitos de colágeno. Por lo tanto, mientras que cierta
porción de la luz que entra en ellos es absorbida por el pigmento, las
partículas del estroma también dispersan la luz como resultado del
efecto Tyndall, lo que crea un tono azul. Combinado con la melanina
oscura, se obtiene la apariencia de un color verde.
Curiosamente, el color de los ojos azules es completamente
estructural. El estroma de las personas de ojos claros carece de
pigmento y de depósitos de colágeno. Esto significa que la luz que entra
al ojo se dispersa creando una tonalidad azul (a causa del efecto
Tyndall). Por lo tanto, los ojos azules en realidad no tienen un color
definitivo, sino que su apariencia depende de la cantidad de luz
disponible en el momento en que los ves.