A veces cuesta encontrar personas que hablen sin tapujos de temas ciertamente complejos, como podría ser el de las medicinas alternativas. Pero cuando alguien topa con la obra de J. M. Mulet, licenciado en química y doctor en bioquímica y biología molecular por la Universidad de Valencia, España, se da cuenta de que está ante una de ellas.
Como ya dejó entrever en su exitoso libro Comer sin miedo, Mulet no tiene pelos en la lengua a la
hora de criticar (eso sí, con el método científico bajo el brazo) todas aquellas disciplinas que entiende que se aprovechan de la palabra ciencia para colocar sus productos en el mercado. En Medicina sin engaños lo vuelve a hacer.
¿Qué entiende usted por medicina alternativa?
Se podría considerar medicina alternativa a toda aquella práctica que tiene un efecto presuntamente terapéutico que no ha superado ninguna prueba ni tiene ninguna evidencia científica detrás que la respalde.
En el libro, usted explica que el asentamiento de las pseudosmedicinas tiene su origen en Estados Unidos en el siglo XIX. ¿Pero qué ha hecho que perduren hasta hoy?
Siempre ha habido en la sociedad una prevalencia del pensamiento mágico. Siempre ha habido personas supersticiosas, que no les gusta el número 13 o que no quieren pasar por debajo de una escalera. Y ese pensamiento mágico, que no es racional, también se puede aplicar en la medicina. Que haya un sustrato en la sociedad que todavía se aferra al pensamiento mágico, a pesar de los avances que ha habido gracias, precisamente, a la ciencia, permite ver a toda aquella gente que quiere vender algo presuntamente terapéutico que hay un nicho de mercado.
Entiendo.
Van cambiando las modas, van cambiando las medicinas alternativas, pero al final el efecto es el mismo: dicen que sirven para una determinada cosa, y no sirven para nada. Ahora en las farmacias tenemos productos de homeopatía. Hace 20 años lo que había eran pulseras magnéticas. Y de aquí a 20 años seguramente no habrá homeopatía, habrá otra cosa. Pero los medicamentos que sí que funcionan no están sujetos a modas.
Usted habla de pensamiento mágico, pero también hay algo de desesperación en aquél que abraza una medicina alternativa en cierto momento…
Así es. A parte de ser un negocio, se trata de una actividad desprovista de ética. En el libro cuento la anécdota de un grupo de pacientes de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) que escribieron un libro contando sus experiencias, y más de la mitad habían ido a Perú, Alemania o China a hacerse una operación con células madre, una intervención que tenía un coste de entre 3.000 y 6.000 euros. Y todos volvieron peor de lo que estaban. No hay ninguna operación que sane la ELA.
Steve Jobs quizás haya sido una de las víctimas más conocidas del discurso de estas pseudomedicinas.
Él es un ejemplo de que el cáncer no se cura con frutas. Pero hay muchos Steve Jobs anónimos. Cuando presenté el libro en Valencia, se me acercó un hombre que me explicó que su hijo con leucemia había abandonado la quimioterapia para ponerse en manos de una persona que practicaba medicina natural, pero que ni tan siquiera era médico. Y de casos de este tipo se ven cada día.
¿Las pseudomedicinas son igual de ‘efectivas’ como lo podrían ser los placebos?
Efectivamente. La única efectividad que pueden tener, como mucho, es la de un placebo. ¿Y sabe por qué? Porque si tuvieran una efectividad superior ya no serían pseudomedicinas, serían medicinas.
Leyendo el libro, uno se da cuenta de que el psicoanálisis, y en consecuencia Freud, no sería mucho de su agrado…
No es del agrado de ningún psicólogo serio. El método científico se basa en observar un fenómeno, elaborar unas hipótesis, llevar a cabo los experimentos correspondientes y confirmar o descartar dicha hipótesis. Si los experimentos confirman una hipótesis estableces una ley, y si no, vuelves a empezar.
Cosa que no hizo Freud…
Él era un escritor muy prolífico, muy imaginativo, que hablaba de cosas novedosas, muy transgresoras para su época, pero que nunca llevaba a cabo experimentos. En el mismo momento en el que se le ocurrían las cosas, las iba publicando. ¿Qué pasa? Que cuando se han hecho posteriormente experimentos, muchas veces se han descartado las ideas de Freud, y se ha visto que de su obra prácticamente nada es aprovechable.
¿Y la homeopatía qué? ¿Se basa en el método científico?
Es el azúcar más caro del mundo. Parece que lo haya cosechado el mismo Fidel Castro [risas]. Muchas pseudomedicinas intentan encontrar su nicho de mercado como algo alternativo, pero la homeopatía intenta hacerse pasar por medicina. Tienes unos paquetes que son iguales que los de los medicamentos, con prospectos similares a nivel visual, pero con la salvedad de que nunca hablan de efectos secundarios, de que no tienen la autorización ministerial, etc. Tampoco se guían por la ley del medicamento.
Suena raro…
Son pastillas de azúcar que pueden costar hasta 15 euros. En un medicamento de verdad, pasados 20 años la patente caduca y se puede hacer un genérico. ¿Has visto algún genérico homeopático? ¿Cuándo caducan las patentes para hacer más baratos sus medicamentos? Nunca.
¿Y por qué no actúa la administración?
En este caso de la homeopatía, porque hay muchos médicos involucrados. Si vas a congresos médicos siempre hay una sección financiada por Boiron [empresa que comercializa productos homeopáticos]. Y si entras en webs de colegios médicos oficiales, hay una sección de medicinas alternativas, que básicamente es homeopatía o acupuntura. ¿Por qué lo hacen los médicos? Pues alguno lo hará porque se lo cree, mientras hay otros que no se lo creen pero no quieren problemas.
Entiendo.
Hay otros colectivos que sí han actuado. Por ejemplo, el Consejo General de Enfermería con el tema de las doulas. ¿Y por qué? Porque algunas de estas doulas estaban cobrando 1.800 euros por sus servicios. Pero curiosamente, este mismo consejo, con otras disciplinas como el reiki, cuando sus colegiadas han sido las que lo practicaban no han dicho nada.
Hablando del Reiki, usted dice que esta disciplina, la medicina tradicional china y la medicina ayurvédica son lo mismo pero con diferentes orígenes y nombres.
Normalmente, la medicina general china supone ponerte en manos de una persona que tiene un concepto de medicina en el que los virus no existen, ni tampoco los microbios. Y es que ambos se descubrieron mucho después. No hay que olvidar, sin embargo, que en China, cuando una persona está enferma va al médico.
Usted también incluye dentro del concepto pseudomedicina a la naturopatía.
La idea de medicina natural ya es muy extraña en sí misma. La medicina es una actividad humana, los animales no practican la medicina. La naturaleza no tiene interés en cuidarnos.
Pero sí hay plantas medicinales…
Es verdad. Hay plantas que tienen compuestos activos de los cuales se extraen medicamentos. Pero una planta no está hecha para cuidarnos. Que de una planta se extraiga un fármaco es una casualidad, porque pueden tener cosas que sean buenas para la salud y otras malas. Lo bueno es extraer el compuesto de la planta para administrar la dosis adecuada, y no intentar tratar una enfermedad, sobre todo si es grave, a base de plantas. Para empezar, no sabes la dosis que estás dando. Además la planta puede tener otros compuestos que interfieran.
La quiropráctica es otra actividad que a usted le hace ruido…
En el libro cito un estudio serio que se hizo en Inglaterra en el que se habla de lesiones debidas a manipulaciones quiroprácticas, y hablo de lesiones graves. Hacen manipulaciones, por ejemplo, del cuello, moviéndolo más allá de la capacidad de extensión que tiene, y pasa lo que pasa.
Nada que ver, sin embargo, con la fisioterapia.
La fisioterapia es una disciplina seria. La quiropráctica es una cosa que se inventó un señor que se llamaba Daniel David Palmer que decía que podía curar todos los problemas de salud manipulando la columna. ¡Pero todo tipo de problemas! Desde un cáncer, hasta una sordera, pasando por un problema de corazón.
Por todo lo que ha explicado, podemos concluir que para usted las pseudomedicinas no son inocuas.
Nunca son inocuas, ya sea por acción o por omisión. Y a veces, no hacen daño a la salud, pero sí a la cartera. Hay mucha gente que padece una dependencia emocional y se gasta una gran cantidad de dinero. Y todo ello, en el mejor de los casos, para conseguir un efecto como el de un placebo.