
Así, por ejemplo, en la investigación realizada en los años 80 por el psicólogo norteamericano Robert Plutchik, se demostró que existía una correlación muy significativa entre la impulsividad
y el riesgo suicida, especialmente en aquellas personas que intentan autolesionarse de modo repetitivo. Dicho de otro modo, las personas con rasgos impulsivo-agresivos en su vida cotidiana tienen una mayor propensión a mantener pensamientos y actitudes suicidas.
Y es que estas tres conductas –impulsividad, agresividad y suicidio– comparten una misma base neurobiológica, tanto desde la perspectiva genética como la neuroquímica. Esto provoca que, sin que lo sepamos por la comprensible discreción que tomamos frente a los demás sobre nuestros pensamientos, una gran proporción de la población haya tenido en algún momento de su vida la idea de suicidarse para terminar de forma radical con un sufrimiento concreto. Afortunadamente, solo un pequeño porcentaje de la población lo intentará en una ocasión, y una proporción aún menor lo logrará con éxito.
Muy interesante