
Los investigadores realizaron un análisis de cómo se besa la gente y entrevistaron a una amplia muestra que debía medir su sentido del tacto y de la vista. Los resultados, recogidos por la ’BBC’, demostraron que somos menos sensibles al tacto que a la vista por lo que, si mantuviéramos los ojos abiertos durante los besos, el estímulo visual no nos permitiría disfrutar tanto de la experiencia.