
Es que estos insectos aportan cerca del 10 por ciento del valor económico de la producción agrícola planetaria, e impactan incluso más en la nutrición humana: con las abejas se irían infinidad de plantas que dependen de ellas y, en consecuencia, muchas personas podrían morir de hambre, resaltó la profesora Rebecca Chaplin-Kramer, de la Universidad Stanford, en una investigación publicada en la revista Proceedings B.
A su vez, tres cuartos de la flora silvestre se poliniza por abejas y casi el 40 por ciento de las frutas y verduras proviene de la polinización.
En 1988 había 5 millones de colmenas en los Estados Unidos, pero en 2015 se redujeron a la mitad. Y murieron el 42 por ciento de las colonias. Las causas: la reducción de su hábitat, los incendios, las especies exógenas, los pesticidas y la pérdida de diversidad genética, informó la cadena estadounidense CNN. Para este año, las proyecciones son aún menos alentadoras: el cambio climático, que “desorienta a las abejas” al influir en los ciclos estacionales, agrava la situación, destacó Pau Bars, secretario de la Asociación de Apicultores de Catalunya, en diálogo con el diario catalán La Vanguardia.
Por eso, los miembros del Servicio de Pesca y Vida Silvestre estadounidense incluyeron por primera vez a este animal como especie en peligro de extinción.