
Como el fenómeno se pudo apreciar a simple vista, muchos lo disfrutaron desde el balcón o la terraza de su casas. En Capital, el amanecer lluvioso era una mal presagio, pero el cielo se despejó durante la tarde y permitió ver la luna con claridad. Cientos de fánáticos se acercaron al atardecer al Planetario porteño, que no había preparado ninguna actividad específica, pero sirvió de punto de encuentro para contemplar el espectáculo con la explicación de astrónomos o viendolo más de cerca, desde los telescopios.