12/10/18

"Tu esposa es linda pero nunca la vas a amar como me amás a mí"

Cuando Ricardo vio a Elena ese verano en Miramar supo que su vida ya no iba a ser la misma sin esa chica rubia, de tez morena y piernas largas que había cautivado su mirada. A orillas del mar, capturada por el flash de un lente profesional, sus jeans nevados y las botas tejanas que llevaba puestas resaltaban su figura y ese algo tan especial que Ricardo no podía dejar de mirar. Esa noche coincidieron en un boliche de
moda y entre risas y coqueteos, intercambiaron sus teléfonos y comenzaron una relación marcada por largas charlas telefónicas y desencuentros amorosos.
"Por la diferencia de edad que teníamos -yo 18 y ella 14-, en ese momento, los padres no la dejaban salir y eso nos separó. Era como que el destino nos cruzaba pero siempre algo pasaba y no formalizábamos. Pero llegaba el verano y durante tres meses teníamos como una especie de noviazgo de verano. Nos dábamos inocentes besos y luego, a lo largo del año, volvíamos a hablar y extrañarnos, aunque cada uno tenía su pareja", recuerda Ricardo (55). Pero finalmente, luego de cuatro veranos juntos, dieron el paso siguiente y se pusieron de novios. "Salimos tres años y medio y fueron épocas súper felices. Teníamos tanta piel que una vez que fuimos a bailar con un grupo de amigos, nos escapamos a un turno de un telo para estar a solas. Y nuestros amigos nos preguntaban donde habíamos estado. En el baño, ella se sentía mal, dijimos". ¡Pero el diablo metió la cola! Ella trabajaba en la empresa del padre, y un compañero, mucho mayor que nosotros, con más mundo, la fue encandilando". Entonces se separaron.
Ricardo conoció a otra chica y se fue alejando de Elena, de lo que sentía por ella y olvidando lo bien que la pasaban cada vez que estaban juntos. Sin embargo siguieron hablando y concretando encuentros esporádicos, intensos y con mucha piel. Ya estaban más maduros y con la intención de encaminar sus vidas. "Me voy a casar pero si me decís que no lo haga dejo todo por vos", le dijo Elena un día por teléfono. Y lo tomó por sorpresa. "Cobarde, no me animé, dudé por lo que sentía por mi novia de ese momento, tenía miedo al compromiso. Ella se casó, yo seguí de novio pero teníamos nuestros encuentros a escondidas, donde explotaba todo lo que sentíamos, pero no pasaba nada en concreto".
Pasaron dos años y Ricardo también formalizó su unión con su novia. Elena quedó embarazada y la esposa de Ricardo también. Cada uno tuvo dos hijos pero se seguían viendo a escondidas. Lentamente los encuentros se fueron espaciando, la vida los separó, y para el año 2000, sólo se hablaban por teléfono. "Yo me separé, me enamoré y me desenamoré. Y ella siguió con su matrimonio, y tuvo otra hija. Salvo algún chat y alguna invitación de mi parte a tomar café, que nunca se concretaba, no teníamos más contacto, aunque el destino nos llevó a vivir muy cerca uno del otro".
Una tarde de abril, Elena y su marido fueron a comprar un auto a la agencia donde trabajaba Ricardo. "El marido le habló de mi, me conocía del barrio y le dijo que sabía que era el amor de su vida". Después coincidieron nuevamente en un cumpleaños. "Yo fui con mi esposa, y Elena estaba con su marido. En un momento que nos cruzamos solos, me dijo: es re linda, pero nunca la vas a amar como a mi".
Para enero de 2017, sus vidas estaban completamente distanciadas. Pero una foto en Facebook volvió a encender la llama. Él la vio en traje de baño, disfrutando de unas vacaciones en Brasil y no dudó en mandarle un mensaje. "El reencuentro fue de esas cosas que no se olvidan. Yo me había separado, y después de cinco años me había vuelto a juntar. Ella seguía casada. Yo ya tenía decidido separarme, mi relación con la madre de mis hijos estaba gastada, y ella empezó a estar en crisis. Fuimos amantes seis meses: nos veíamos y hablábamos todo el tiempo. Pese a eso, llorando, un día me dijo que no creía que se animara a separarse, que no iba a poder. Yo le dije que no se apurara, que el tiempo era sabio".
Un mes después de aquella charla, el marido de Elena tuvo un ACV y falleció a los pocos días. Ricardo fue su sostén y apoyo durante esos meses de duelo y la supo acompañar en su dolor. Aunque la tragedia había golpeado sus puertas, ahora estaban dadas las condiciones para que pudieran estar juntos. Lo pensaron, lo conversaron y finalmente decidieron dar el tan soñado paso. "Morimos por vivir juntos, pero, para variar, tenemos que esperar. Pero el amor es más fuerte, ya pasamos de todo, no la pienso perder, ni ella a mi. Queremos ser respetuosos con los tiempos de nuestros hijos. Cada uno vive en su casa y nos vemos todos los días. Estamos re enamorados, no podemos creer que estamos juntos. No paramos de tocarnos y mimarnos, sufrimos no vernos, y cada día, siento que es el primer día que la veo, ¡nos necesitamos!".