4/4/19

Dejé de comer azúcar y esto fue lo que pasó

Podría decirse que me gusta mucho el azúcar; es más, soy una adicta hasta el punto en que no pasa una comida sin que pruebe algo dulce. Como editora de belleza, en mi trabajo suelo encontrarme con información sobre vida sana, así que siempre supe que tenía que disminuir mi consumo. Un poco asustada, decidí desafiarme a comer menos azúcar durante dos semanas.

Dejar de un día para el otro es un camino directo al fracaso (además de innecesario, porque un poquito de azúcar no es tan malo), así que me puse un par de reglas: comer solo una cosas semidulce por día y evitar golosinas, facturas y chocolate.
Alerta de spoilers: me sentí mil veces mejor. Me imaginaba que iba a sentir un subidón de energía, pero hubo otros beneficios inesperados. Acá, lo que sucedió con mi experimento:
El síndrome de abstinencia fue fuerte
Al estar acostumbrada a comer dulces tres veces por día, bajar a solo un poquito la cantidad me mató los primeros tres días. Dolor de cabeza, letargo y somnolencia por la tarde fueron el resultado de la falta de mis dosis diarias. Un día casi me quedo dormida en la oficina (me ayudó a despejarme una vuelta a la manzana rápida, tal vez una opción mejor que tomarme un frapuccino lleno de azúcar). ¿La buena noticia? Mi cuerpo se acostumbró y superé los síntomas de abstinencia.
Me propuse comer algo dulce todos los días a la misma hora, y funcionó
Quise asegurarme de que mi dulce del día fuera algo nutritivo, así que opté por un yogur rico en proteínas todas las mañanas. Comerlo todos los días a la misma hora me armó una rutina y me hizo sentir más ordenada. Se me hizo más fácil dejar mis antiguos hábitos, como comerme un chocolate, porque sabía que al otro día me estaba esperando de nuevo mi premio. En general lo comía después de ir al gimnasio o en casa a la mañana mientras trabajaba. Empecé a esperar con ganas el desayuno todos los días y lo disfruté mucho más de lo que hubiera si estuviera comiendo mis dosis habituales de azúcar todos los días.
Me cambió el gusto
En apenas dos semanas, mi paladar cambió y ya no necesité tanto el azúcar. Las ganas de comer algo dulce ya no fueron tan agudas como antes, y de repente empecé a ignorar las galletitas, facturas y otras cosas que uno suele encontrar en una oficina. Incluso me pasó que mordí un pedazo de galletita y me pareció empalagosa, algo que nunca hubiera imaginado.
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Las tentaciones están en todos lados, pero sobreviví
No es un chiste: todos los días me mandaron torta, cupcakes, galletas o bombones a la redacción. Pude superar la tentación removiendo físicamente el problema -repartí todo entr mis compañeros y no dejé nada en mi escritorio- y respirando hondo para que pasara el momento de antojo. Milagrosamente, funcionó.
Más concentración y más energía
Uno de los efectos benéficos de comer menos azúcar fue que una vez superada la abstinencia, me sentí mucho más alerta a lo largo del día. Mi yo anterior habría hecho desastres con un paquete de gomitas o habría comido un pedazo de torta que trajo una compañera para después sentir el inevitable bajón a la hora u hora y media.
En mi nueva versión, me sentí mucho más concentrada cuando escribía o editaba a lo largo del día y las reuniones y eventos no me pesaron tanto como antes.
Mejores resultados en el gimnasio
Este fue uno de los mejores beneficios de la experiencia. Una y otra vez los nutricionistas que he entrevistado a lo largo de mi carrera me han dicho que el azúcar inflama y que comerla en exceso puede causar hinchazón y retención de líquidos.
Suelo entrenar con pesas y corro durante la semana, pero últimamente venía sintiendo que mi cuerpo estaba en un parate. Apenas empecé a comer menos azúcar, mejoraron mis resultados en el gimnasio. Todavía no tengo unos abdominales envidiables pero definitivamente estoy mucho más tonificada.
Mi piel se vio beneficiada
Como editora de belleza, mi rutina de cuidado de la piel es la parte más importante de mi dia. Soy muy constante en el uso de cremas que me da la dermatóloga y siempre le hago caso en sus recomendaciones. Pero a pesar de lo dedicada que soy, lo que más afecta cómo se ve mi piel es mi dieta. Siempre supe que hay una conexión entre ingesta de azúcar y granitos; simplemente estaba resignada. Durante estas dos semanas, mi piel estuvo más linda que nunca: limpia, tonificada y radiante.
Ahora que ya sé que soy capaz de comer menos azúcar -y que sé cuán beneficioso es para mi bienestar- mi idea es seguir con este plan. ¿Más concentración, mejor piel y menos hinchazón? No entiendo por qué no empecé antes.


POR Kristina Rodulfo