Durante décadas, los huevos han sido señalados como uno de los principales culpables del aumento del colesterol, lo que ha llevado a la creencia generalizada de que su consumo en exceso podría ser dañino para el corazón. Sin embargo, un reciente experimento realizado por Nick Norwitz, estudiante de medicina en la Universidad de Harvard, ha desafiado esta suposición. En un proyecto inusual, decidió comer 720 huevos en un mes, 24 huevos al día, para observar el impacto directo que tendría en sus niveles de colesterol. Los resultados fueron sorprendentes. Según la Organización Mundial de la Salúd es recomendable consumir entre siete u ocho huevos por semana.
Norwitz, quien también tiene un doctorado en metabolismo cerebral humano por la Universidad de Oxford, emprendió este reto como parte de un experimento personal. El propósito era explorar si, realmente, el colesterol dietético que se encuentra en los huevos podía aumentar los niveles de colesterol LDL, conocido como el “malo” debido a su capacidad de obstruir las arterias y aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.
Cada huevo contiene aproximadamente 186 mg de colesterol, lo que significa que, en teoría, aumentar la cantidad de huevos consumidos debería elevar los niveles de colesterol en el cuerpo. Sin embargo, Norwitz partió de una premisa bien distinta: intentó probar que a pesar de aumentar su ingesta diaria de colesterol en más de 133.200 mg al consumir tantos huevos, sus niveles de colesterol LDL no aumentarían.
720 huevos despues, su colesterol LDL no solo no aumentó, sino que disminuyó en un 18%, desafiando la creencia popular y los temores asociados al consumo de huevos.
Así, el experimento de Norwitz sugiere que la correlación entre el colesterol dietético y los niveles de colesterol en sangre puede no ser tan directa como se pensaba.
El colesterol que consumimos a través de los alimentos, conocido como colesterol dietético, tiene un impacto variable en los niveles de colesterol en la sangre. En el caso de los huevos, en la mayoría de las personas, el consumo elevado no provoca aumentos en el colesterol LDL, al menos no al nivel que históricamente se había creído.
El cuerpo humano tiene mecanismos de regulación que equilibran los niveles de colesterol. Una de las hipótesis planteadas es que el colesterol dietético se une a ciertos receptores en las células del intestino, lo que desencadena la liberación de una hormona llamada colesina. Esta hormona viaja a través de la sangre hasta el hígado, donde se une a un receptor llamado GPR146. Cuando este receptor es activado, el hígado reduce la producción de colesterol LDL, ayudando a mantener los niveles estables.
Esto explicaría por qué, incluso consumiendo grandes cantidades de colesterol a través de los huevos, el Dr. Norwitz no experimentó un aumento en sus niveles de LDL. De hecho, su nivel de LDL se redujo, probablemente debido a la interacción entre la colesina y los receptores en el hígado.
Durante las primeras dos semanas de su experimento, Norwitz consumió exclusivamente huevos. Sin embargo, en la segunda mitad del mes, decidió incorporar 60 gramos de carbohidratos al día a su dieta. Para ello, añadió frutas como bananas, arándanos y cerezas congeladas.
La razón detrás de esta modificación en su dieta radica en el efecto que tienen los carbohidratos sobre los niveles de colesterol. Según explicó, en las dietas bajas en carbohidratos, es común que los niveles de LDL aumenten porque el cuerpo empieza a quemar grasas para obtener energía en lugar de carbohidratos. Sin embargo, cuando se reintroducen los carbohidratos, el cuerpo comienza a utilizar estos para obtener energía, lo que provoca una disminución en los niveles de LDL. Esta es la razón por la que experimentó una disminución aún mayor en su LDL al añadir carbohidratos a su dieta en la segunda mitad del experimento.