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Los días nublados, a menudo asociados con melancolía, son para muchas personas un refugio de calma y bienestar. Pero, ¿por qué algunos se sienten mejor bajo un cielo gris? Las razones son variadas y abarcan aspectos físicos, psicológicos y culturales.
Fisiológicamente, los días nublados ofrecen alivio a quienes padecen sensibilidad a la luz, como los que sufren migrañas o fotofobia. La luz difusa reduce la tensión ocular y el malestar, creando una sensación de confort. Además, las temperaturas más frescas de estos días pueden ser más agradables para quienes encuentran el calor sofocante, mejorando su estado de ánimo.
Psicológicamente, los días nublados fomentan la introspección. La atmósfera tranquila y menos estimulante puede disminuir el estrés o la ansiedad, especialmente para quienes se sienten abrumados por la energía de los días soleados. Algunos incluso encuentran inspiración creativa en el ambiente sereno, asociándolo con momentos de reflexión, lectura o escritura.
En casos menos comunes, el trastorno afectivo estacional inverso puede jugar un papel. Mientras que la falta de luz afecta negativamente a algunos, el exceso de sol puede causar irritabilidad o fatiga en otros, haciendo que los días nublados sean un equilibrio ideal. Culturalmente, hay quienes asocian este clima con romanticismo o nostalgia, evocando recuerdos positivos.
Por último, la biología también influye: la menor exposición a la luz solar regula la melatonina y serotonina, promoviendo relajación en ciertas personas. Así, los días nublados no solo son un cambio de escenario, sino una fuente de bienestar para muchos.