13/10/20

Pasión astral: cómo amar a cada signo del zodiaco

 


La Astrología propone descubrir al bailarín cósmico que somos, dejar de querer imponer nuestro propio ritmo y aceptar el baile que propone el cielo para esta vida.

Aries Si de verdad amamos a Aries deberemos aprender a amar a un activo guerrero. ​Aries es extremadamente deseante. Para no sentir que su presencia nos avasalla, será bueno ayudarlo a desarrollar la valentía de no tenerse miedo a sí mismo. Aries necesita sumergirse en el propio deseo sin sentirse juzgado de temerario o impaciente. Aries tiene una aspiración muy intensa y necesita expresarla, si no lo hace, vivirá fantaseándola y anhelándola. Hay que imaginarlo como un ser sediento en el desierto, sólo piensa en el agua, así Aries sólo pensara en su deseo frustrado. Si amamos a Aries, nada mejor que dejarlo que explore y active sus ambiciones, que logre vivir aquellas experiencias que tanto anhela para consumarlas y superarlas o para dejarlo que se frustre y que él solo se obligue a reorientar sus propósitos. Deberemos ser hábiles para no convertirnos en su freno o en su juez. Es mejor que la vida misma sea su maestra, no debemos pretender domesticar, encarcelar o enseñar a Aries. Tauro Si de verdad amamos a Tauro deberemos amar a un degustador de la vida. No hay que apurarlos ni atosigarlos con nuestros temas. Debemos darles tiempo para que incorporen sus necesidades y para que registren cada momento. Tauro necesita detenerse y observar cada detalle sin ruidos ni apuros, precisa centrar su corazón en un ritmo pausado logrando percibir la bondad de cada momento, de cada hecho. Tauro incorpora la vida, aprecia la existencia como incondicionalmente bella. Le hace falta, simplemente, estar allí en espacios de no agresión. Solicita respetar sus ritmos para conectar en profundidad con el valor de sus vivencias más simples, aquellas que solemos ignorar por considerarlas triviales: una ducha reparadora, un cuerpo perfumado, un rico sabor, un vaso con algo refrescante, un aroma o una música revitalizante; con estos sencillos momentos logran reciclarse. En lo simple, Tauro obtiene energía, adquiere una misteriosa forma de conexión vital, se vincula con la bondad fundamental y se regenera en fracciones de segundos. Géminis Si de verdad amamos a Géminis deberemos amar a un inquieto vinculante. Géminis nos invita a vivir en libertad, es tiempo de volver a empezar, de animarnos a ser cuestionados en todo lo que creíamos ser y dejarnos ser re-inventados. Géminis nos incita a redescubrir nuestro mundo, a ver más allá de mirar, a escuchar más allá de oír, a sentir más allá de tocar. Necesita jugar, experimentar y siempre variar, sin sentirse juzgado como inmaduro o inestable. En este movimiento eterno, será difícil encasillarlos poniendo a prueba nuestros intentos de control y de domesticación. Amar a Géminis es dejarlo mutar en sus estados de ánimo sin sentirlos como amenaza o agresión hacia nuestra persona. Nada es personal, está en su propio viaje de mutación de identidad entre un gemelo sensible y el otro racional, siempre cuestionándose y reorientándose. Si pretendemos encerrarlo o encasillarlo, será el peor infierno para Géminis y para aquel que esté a su lado. Cáncer Si de verdad amamos a Cáncer deberemos amar a un protector de lo seguro. Cáncer nos invita a ir hacia la profundidad de nuestro ser. Cáncer estimula al compromiso. Nos influencia rápidamente para definir qué nos proponemos con la relación. Necesita seguridad emocional, por lo tanto, precisa conocernos en profundidad empujándonos a estar al tanto de nuestras emociones más recónditas. Si amamos a Cáncer deberemos ir hacia nuestro ser más esencial, a nuestra alma, a nuestro origen; inclusive a riesgo de conectar con nuestras olvidadas heridas y viejos dolores. Nos liga con nuestra fragilidad para curarlas, ayudando a construir un amor sin lesiones ni rencores. Vale la pena este viaje hacia lo desconocido de nosotros mismos pues en Cáncer encontramos un ser donde resguardarnos de los fríos vientos del mundo, donde desarrollar una ternura inusitada que puede reciclar hasta al corazón mas endurecido. Leo Si en verdad amamos a Leo deberemos amar a un expresivo irradiante. Leo nos invita a la valentía de vivir en contacto con el amor como cualidad y no como exclusivo de un vínculo. Leo necesita ser fuente de ternura disponible para los demás. En ellos encontramos seres que precisan expresarse desde lo más genuino para reconocerse. Se retroalimentan del amor y la aceptación de su entorno. Leo no teme a su sensibilidad, no se avergüenza de mostrar su corazón, convierte la vulnerabilidad en pasión y la sensibilidad en apertura hacia los otros. Si queremos ser la fuente exclusiva de sus intereses, Leo se marchita y se convierte en un tirano; si, en cambio, lo animamos a explorar su capacidad de resonar con otras almas, Leo florece y llena de alegría su entorno. Hay que dejarlos volar sin miedo a la traición ya que podemos confiar en sus acciones y en sus palabras. En Leo encontramos a un ser a quien le resulta cómodo habitar la bondad y la decencia. Virgo Si de verdad amamos a Virgo deberemos amar a un observador laberíntico. ​Acompañar a Virgo no será tarea fácil, estaremos ante un alto desafío. Virgo nos invita a poner de lado todo anhelo egoico desproporcionado y tener disposición a ocupar un lugar menos protagónico. Son propias de su naturaleza las cualidades de servicio, entrega y humildad, cosas que quizás puedan irritarnos y las malinterpretemos como sumisión, debilidad de carácter o servilismo. También puede sublevarnos su lado crítico, meticuloso y obsesivo: Virgo anhela un orden interno que nunca consigue e, instalado en la eterna insatisfacción, suele observarnos desde en una crítica mirada perfeccionista y laberíntica. Lo logrado nunca alcanza, nunca es suficiente. Esta enmarañada actitud puede alejarnos de Virgo. Si lo amamos, debemos trabajar la aceptación de su intrincada personalidad para disfrutar de sus exquisitos talentos: la serena observación, el receptivo estilo para captar dónde es necesario ayudar, el expectante y reflexivo carácter que descubre la lógica de funcionamiento de las cosas desde un lugar diferente y original. Desde esta receptiva mirada aporta siempre su contemplación inteligente. Descubriremos la genialidad de sus pensamientos y sugerencias. Su solidario corazón nos ayuda a superar actitudes dañinas y miserables. Libra Si de verdad amamos a Libra deberemos amar a un ser que siempre desea de a dos. Junto a Libra deberemos entender cómo es vivir en un eterno doble vínculo entre las necesidades propias y las ajenas. Libra se balancea entre lo que piensa y lo que siente, entre lo que racionalmente corresponde y lo que capta intuitivamente. Necesita integrar siempre intelecto y sensibilidad como dos polos de sí mismo que se liberan y se potencian. Si amamos a Libra, deberemos transformar nuestro modo individualista de vivir en el mundo para abrirnos a los otros y a sus necesidades. Aprender a sincronizar en igual medida la objetividad de nuestra mente junto a un corazón inclusivo. Claridad y amor en su máxima expresión con conciencia y compromiso en cada momento. Libra invita a moverse de a dos, a encontrar la rítmica unión de mente y alma. Aunque puede parecer excesiva la exigencia, viviremos la maravillosa calma de este encuentro exquisitamente complementario donde podemos descansar nuestra alma fatigada. Agotados de oscilar buscando amor de un lado al otro, si amamos a Libra sentiremos una aceptación integral, como un encuentro de almas que se reconocen en su larga marcha. Escorpio Si de verdad amamos a Escorpio deberás amar a un detective emocional. A Escorpio se lo va develando de a poco. El descubrimiento de su potente y compleja profundidad nos mantendrá atrapados e intrigados en sus misterios psicológicos. Profundo, sólido y oculto como las raíces que esconden toda la fuerza vital de lo que crece. Junto a Escorpio deberemos acceder a lo invisible, a lo que está bajo tierra en su compleja personalidad. Escorpio no le teme a los desgarros de la vida, más bien le intrigan, encuentra las dos caras en cada situación, ante cada crisis o cada final se pregunta: ¿será muerte o será renacer? Escorpio no puede olvidar, tiene una mente tan potente donde no existe el pasado, todas las cosas son ahora. Sabe observar los hechos en su totalidad con plena conciencia y contacto ante los momentos más oscuros, que lejos de asustarlo lo excitan a convertirse en buscador de nuevas respuestas trascendente. Nos enamoramos de un detective de la vida. de que signo somos los argentinos Leé más de astrología: Astrología: de qué signo somos los argentinos Sagitario Si de verdad amamos a Sagitario deberemos amar a un buscador de la verdad. Junto a Sagitario deberemos lidiar con un mundo de oscuridad pues suele proyectar los males en quienes lo rodean por pretender ser pura luz. Quizás lo veamos muy avocado en sostener con fuerza a su familia y a su profesión, ocupado en el mundo de lo concreto distrae su verdadero anhelo por lo místico. Confundiendo su pasión por lo espiritual en logros mundanos, deambula insatisfecho entre conquistas sociales siempre anhelando mayores logros. Cuando su mente valiente logre entregarse a su alma, se liberará de su anhelo de poder social y de su avidez económica para aventurarse a la grandiosa esfera de lo espiritual. Cada vez que se golpee con los duros enfrentamientos al que su espíritu caballeroso lo enfrentará en la vida cotidiana, deberemos aprender a corrernos de ser el blanco de sus enojos. Maldecirá en forma reiterada la avaricia y la codicia del hombre y, finalmente, si seguimos a su lado, lo veremos cansado de su necesidad de reconocimiento social para comenzar, finalmente, el maravilloso viaje de aventurarse a mirar hacia arriba para ver a Dios cara a cara. Capricornio Si de verdad amamos a Capricornio deberemos amar a un constructor de la excelencia. Junto a Capricornio desarrollaremos compasión y tolerancia ante su intento de imponer el poder de su verdad, pareciendo exigente, dogmático y duro. Vive en contacto con lo que percibe es el modo correcto “de hacer las cosas”, casi como lector de la justicia divina. Capricornio vive anhelando que el mundo esté en paz, ordenar cada situación y poner a cada persona en el lugar que le corresponde. Puede generar, con esta actitud, muchos rechazos por vivirlo como excesivamente moralista o autoritario. Si logramos estar a su lado sin sentirnos continuamente sentenciados o juzgados atravesaremos su muro defensivo para conocer su esencia, esa a donde fluye sin problemas ante cada situación por más difícil que esta sea. Capricornio desarmado de su estilo sentenciante y autoritario es puro corazón, su ego se hace transparente y reluce con energía compasiva y amor resplandeciente para ponerse al servicio de nuestras necesidades. Comprometido y sincero en ellos encontramos a un excelente socio de la vida. como leer una carta natal Podés leer: El tarot y lo que significa en el amor Acuario Si de verdad amamos a Acuario deberemos amar a un buscador de lo diferente. A su lado viviremos un amor desapegado donde no hay extraños en el mundo, sólo amigos que aún falta abrazar. Su esencia es inquieta y vinculante, no podemos encasillarlo a una rutina o a un único interés. Amigos y actividades insólitas y variadas serán necesarios para que Acuario pueda sentirse bien. Su mente va y viene entre el presente y el futuro, cada tanto desconecta, se va un ratito y después vuelve, no hay que tomarlo como un desinterés sino aceptarlo como es. Siempre interconectando con otros tiempos, con otros espacios, en misteriosa unión con el futuro, en extraños silencios donde fecunda originales mañanas. Ellos respiran la luz del futuro por lo que la conexión con el presente puede resultarles incómoda aunque intenten aceptarlo en rudimentario estado. Puede que se adapte a la formalidad y al compromiso que le pedimos, pero siempre resolverá de maneras diferentes a lo pautado; si superamos la tendencia a juzgarlo como rebelde o poco comprometido, sus propuestas resultarán siempre más creativas y liberadoras. Piscis Si de verdad amamos a Piscis deberemos amar a un soñador resonante. Muchas veces el pisciano puede mostrarse muy reactivo o agresivo a modo de defensa ante su híper sensibilidad. Junto a Piscis veremos que nuestra razón se tambalea sin fundamentos frente a los hermosos sueños que este signo nos invita a vivir. Perdido en actividades insustanciales e ilusiones enmarañadas, de pronto nos veremos comenzando a buscar lo divino por sospechar que nuestra vida no se ha realmente vivido. En estas mágicas búsquedas puede nacer lo inesperado y encontrar nuevas esperanzas. Piscis nos invita a superar la supremacía de la mente racional para abrirnos a los abismos de la sensibilidad y de la intuición. Si nos animamos a soltar la lógica intelectual, reconoceremos el cansancio de vivir identificado con nuestro ego y florecerá el amor en cada esquina de nuestra alma. Cansados de nuestras propias vanidades percibiremos que para descubrir la magia del mundo hay que vencer la neurosis individual. Sospecharemos que el alma tiene sus propias intenciones con lo que creemos que es nuestra vida. Con Piscis resignificaremos lo que antes llamábamos “fracaso”, pues muchas veces una ganancia para el alma significa una pérdida para el yo. Nos animaremos a decir no a la rudeza y al descuido, a superar la timidez y la vergüenza de mostrar nuestra amorosa sensibilidad. Lograremos sentir la bondad en los huesos, en la cabeza y en el corazón para reanimar la conexión con los demás de manera más auténtica y cariñosa.