Investigadores de EE.UU. midieron por primera vez la actividad cerebral humana para entender el origen repentino de antojos específicos y su vínculo con el “ruido alimentario”, definido como pensamientos intrusivos y compulsivos sobre comida.
El estudio, liderado por Amber Alhadeff (Centro Monell) y Casey Halpern (Universidad de Pensilvania), se publicó en Nature Medicine. Implantaron electrodos en el núcleo accumbens —zona relacionada con recompensa y receptores GLP-1— a personas con obesidad severa, técnica ya usada en epilepsia.
En los participantes, los episodios intensos de ruido alimentario coincidieron con mayor actividad cerebral de baja frecuencia, que sirvió como biomarcador medible de antojos. Lograron suprimir estos patrones con estimulación cerebral profunda.
Una mujer de 60 años bajo tirzepatida (para diabetes tipo 2) mostró desaparición total de antojos y “silencio” cerebral en esa zona. Sin embargo, 5-7 meses después reapareció la señal eléctrica antes que los antojos, sugiriendo tolerancia o desensibilización al fármaco.
Los autores concluyen que los medicamentos actuales ayudan temporalmente con la pérdida de peso, pero no eliminan a largo plazo la ansiedad por comida. Este biomarcador podría predecir recaídas y abrir camino a tratamientos más específicos, aunque se necesita validar en más personas.
